“Yo estaba de acuerdo con hacer la revolución, como Castro”
El 20 de julio de 2006, casi un mes después de declarar en el juicio a Miguel Osvaldo Etchecolatz, sonó el timbre en la casa de Jorge Julio López. La entrevista había sido concertada por teléfono y él salió enseguida a atender a Horacio Robles. El sociólogo estaba empezando el trabajo de campo para su tesis de maestría (*). Quería estudiar la militancia barrial montonera en La Plata. En una entrevista previa, Pastor Asuaje le había hablado sobre López: era un allegado a la unidad básica Juan Pablo Maestre, de Los Hornos, y estaba dispuesto a contestarle algunas preguntas.
Dentro de la casa estaba Irene, la esposa de López. No le causaba ninguna gracia que su marido concediera aquella entrevista. López hizo pasar a Horacio a una sala de estar junto a la cocina. Y cerró la puerta. Horacio se sentó en uno de los sillones y observó los portarretratos con fotos familiares. Todavía no tenía grabador digital, usaba uno de casete y la cinta ya estaba algo gastada. Además, López se movía, gesticulaba, se alejaba del micrófono. El encuentro duró algo más de una hora.
Volcar la charla al papel no fue nada sencillo. El audio era de mala calidad, por lo que debió reproducirlo una y otra vez para respetar la literalidad del testimonio, palabra por palabra. López era uno de los primeros entre sus entrevistados, que serían 35. Una vez desgrabado, el casete fue a parar a algún cajón o fue reutilizado en otro reportaje, y Horacio no pudo volver a encontrarlo.
Como solía hacer con sus entrevistados, el sociólogo pensaba volver a la casa de López con la entrevista impresa, para mostrársela y tener una segunda charla. Pero eso sería más adelante, cuando tuviera más testimonios y nuevas preguntas. Imposible saber que la segunda desaparición de su entrevistado alteraría aquellos planes.
–¿Cómo empezó tu militancia?
–Mirá, nosotros empezamos... si te digo, vos te agarrás la cabeza, a los 14 años cuando Cipriano Reyes liberó a Perón. Vinimos de La Pampa en total 19. De cada pueblo veníamos dos o tres. Mi viejo era el segundo afiliado al Partido Peronista.
–¿Qué era tu viejo antes de ser peronista?
–Era conservador. Casi todos se hicieron peronistas, el último que quedó fue Solano Lima.
–¿Dónde naciste?
–En General Villegas, en el año 1929. Vine a La Plata en 1956. Cuando el lío que lo sacan a Perón me tuve que ir de allá porque andaba una patota de la Federal y se los estaba llevando a todos. Entonces, el comisario me dice: “Tomate el piojo porque se viene una patota de militares”. Yo conocía casi toda la nación, había estado en Bariloche.
(...)
–¿Qué hacías en la unidad básica?
–Me dedicaba a andar con los chicos, les enseñaba a jugar al fútbol. Eso era todo barrial. Yo era albañil y con otros muchachos hacíamos todos los trabajos de arreglar veredas.
–¿Vos trabajabas de albañil?
–Sí, yo lo aprendí con gente que había venido de Italia y con ellos aprendí el oficio. También me servía para otras cosas.
–¿Habías podido ir a la escuela?
–Yo a la escuela fui hasta sexto. Después hice cursos. Quise tener un título en la construcción, pero no seguí. Trabajaba en la construcción mientras iba a la unidad básica. Era como entrenador de chicos del barrio. Todavía pasan por acá, por mi casa, y se acuerdan de esa época. Participaban en torneos. Yo les decía que se cuidaran.
–¿Conocías gente que militaba, por ejemplo, en el ERP e iba al barrio?
–Sí, conocía, vinieron acá.
–¿Ustedes en la unidad básica tenían charlas de política?
–Sí, hablábamos de todas las cosas que pasaban, de qué podíamos hacer.
–¿Fuiste a Ezeiza?
–Iba pero me volví en la mitad del camino.
–¿En la unidad básica hablaban, por ejemplo, de qué era el socialismo?
–Socialismo eran los socialistas que inventaron todas las leyes, aguinaldo, vacaciones. Eso existía de antes, ya lo habían votado los socialistas; (Alfredo) Palacios, (Nicolás) Repetto, (Juan B.) Justo, la mujer de Justo (Alicia Moreau). Esos habían hecho las leyes; cuando vino Perón no se cumplía nada, como ahora. Si te viene bien lo cumplís, si no, no lo cumplían. Perón no puso nada, estaba todo escrito. Vos por ejemplo tenías que cobrar un sueldo de 30 pesos por día y te pagaban 15 pesos y no te pagaban vacaciones, nada. Con Perón se empezó a cumplir todo. Fue cuando sacó al obrero. El obrero estaba olvidado.
El cariño que López mostraba por los socialistas lo llevó a afiliarse al Partido Socialista Democrático (PSD), cuando terminó la dictadura. Su ficha de afiliación tiene como fecha el 2 de septiembre de 1985. El documento lo firmó el secretario general del PSD, Antonio Cóccaro. Según una militante socialista, López se afilió porque tenía buena relación con un grupo de viejos socialistas que se reunía en el local de la calle 49. Nunca militó activamente.
–¿Tu casa estaba cerca de la unidad básica donde vos ibas?
–Yo vivo acá desde el año ’56 o ’57. La unidad básica estaba en 68 y 142, estaba a tres cuadras. Estaba esta chica que la mataron. Le tenían bronca porque se dedicaba a cuidar chicos, a darles de comer. Los Montoneros de Firmenich hicieron cosas buenas, pero después se fanatizaron mucho.
–¿Cuánto tiempo estuviste en la unidad básica? ¿Un año?
–No, más. Yo estuve seis meses preso en el campo de concentración, acá en Arana. Mi nombre de guerra era Cabeza.
–¿Vos veías que los chicos estaban muy fanatizados, sobre todo los chicos de la facultad?
–Claro, muy fanáticos. Faltaba un entrenamiento militar. La policía venía con un arma y te mataba enseguida. Una vez le dije a Asuaje: “Che, está llegando gente rara a la unidad básica”. Esos llegaron para descubrir.
–¿Vos te preguntabas por qué estabas en la unidad básica? ¿Qué era lo que te gustaba?
–Y a mí me gustaba hacer cosas en el barrio. Yo también les dije: “Vamos a blanquearnos, a hacer un partido político”. Yo veía que faltaba preparación, entrenamiento militar. También convicción, los mandaban a hacer cualquier cosa.
–¿Vos todo eso lo decías?
–Sí.
(...)
–¿Te acordás de alguna anécdota de la unidad básica con la gente de la facultad?
–Ibamos a la facultad. Había conferencia, lo vimos a (Fernando) Vaca Narvaja.
–¿A vos te parecía bien lo que decían?
–No, siempre estaba en contra. No me gustaba eso de mandar al frente. No había preparación.
–¿Vos mismo alguna vez guardaste armas, material?
–No. Me ofrecieron, pero no.
–¿Leías libros, revistas, documentos de la Orga?
–Sí, discutía, pero no leía.
(...)
–¿Vos te considerabas miembro de la organización Montoneros?
–Yo, sí.
–¿Vos tenías mucho trato con los chicos de la universidad en la unidad básica?
–Sí. Ellos me querían mucho. Los mandaban hacer cosas sin entrenamiento, a pintar paredes. Vos tenías un trato con los estudiantes pero te dabas cuenta de que estaban sin entrenamiento, equivocados, pero seguías estando con ellos. Yo no me fui. Yo era muy independiente (...) Yo quise entrenar chicos, pero ya era tarde. Yo estaba de acuerdo con hacer la revolución como Castro, con eso sí estábamos de acuerdo. Habíamos estado con el gobierno corrupto de Isabel y López Rega, los más corruptos. Con la gente del barrio nos llevábamos bien, acá todos nos querían y todos cooperaban.
–¿En esos años la gente colaboraba?
–Sí, todos. La gente de la unidad básica eran todos universitarios. Ellos ahorraban plata para entregarla en el barrio. Yo estaba encargado del fútbol. (...) Perón, por otro lado, era un fayuto. Yo estaba preso y los montoneros querían sabotear la transmisión del Mundial y me dio una bronca. No podía ver los partidos mientras estábamos presos.
–¿Nunca más tuviste una experiencia así, de estar con gente joven?
–No, como esa no. Joven e inteligente. Fue por eso el Plan Cóndor. Porque Sudamérica con esa juventud que mataron los pasaban por arriba a los yanquis. Los mandan a matar a todos. Fue la Iglesia, el Vaticano y la CIA. (El secretario de Estado de los Estados Unidos, Henry) Kissinger fue el represor más grande. Cuando necesiten agua van a hacer boleta a todos. Hay que pensar las cosas globalmente.
–¿Los chicos pensaban en esos términos?
–La que yo digo era una juventud maravillosa.
–Pero tenía rasgos de fanatismo...
–El fanatismo, pero no creado por ellos. Por los que no lo supieron manejar. Fueron las cabezas y se desaprovechó. Vos hablabas con uno de ellos y te quedabas admirado, porque veías que la tenían bien pensada, bien preparada. Eso era lo que yo me admiraba de todo. Perón en los ’50 tuvo gente pero no tan inteligente. (Antonio) Cafiero, (Carlos Saúl) Menem, los discípulos de Perón, se decían peronistas pero si les dabas un millón de pesos, dejaban a los pibes con hambre.
* La entrevista realizada por el sociólogo Horacio Robles a Jorge Julio López forma parte del acervo del archivo de historia oral del Departamento de Sociología de la Facultad de Humanidades de La Plata. Su tesis de maestría, defendida el 11 de noviembre de 2011, tiene esta dedicatoria: “En homenaje a Jorge Julio López, entrevistado por el autor el 20 de julio de 2006 en su casa de Los Hornos, a dos meses de su desaparición ocurrida en septiembre de ese año”.
El 20 de julio de 2006, casi un mes después de declarar en el juicio a Miguel Osvaldo Etchecolatz, sonó el timbre en la casa de Jorge Julio López. La entrevista había sido concertada por teléfono y él salió enseguida a atender a Horacio Robles. El sociólogo estaba empezando el trabajo de campo para su tesis de maestría (*). Quería estudiar la militancia barrial montonera en La Plata. En una entrevista previa, Pastor Asuaje le había hablado sobre López: era un allegado a la unidad básica Juan Pablo Maestre, de Los Hornos, y estaba dispuesto a contestarle algunas preguntas.
Dentro de la casa estaba Irene, la esposa de López. No le causaba ninguna gracia que su marido concediera aquella entrevista. López hizo pasar a Horacio a una sala de estar junto a la cocina. Y cerró la puerta. Horacio se sentó en uno de los sillones y observó los portarretratos con fotos familiares. Todavía no tenía grabador digital, usaba uno de casete y la cinta ya estaba algo gastada. Además, López se movía, gesticulaba, se alejaba del micrófono. El encuentro duró algo más de una hora.
Volcar la charla al papel no fue nada sencillo. El audio era de mala calidad, por lo que debió reproducirlo una y otra vez para respetar la literalidad del testimonio, palabra por palabra. López era uno de los primeros entre sus entrevistados, que serían 35. Una vez desgrabado, el casete fue a parar a algún cajón o fue reutilizado en otro reportaje, y Horacio no pudo volver a encontrarlo.
Como solía hacer con sus entrevistados, el sociólogo pensaba volver a la casa de López con la entrevista impresa, para mostrársela y tener una segunda charla. Pero eso sería más adelante, cuando tuviera más testimonios y nuevas preguntas. Imposible saber que la segunda desaparición de su entrevistado alteraría aquellos planes.
–¿Cómo empezó tu militancia?
–Mirá, nosotros empezamos... si te digo, vos te agarrás la cabeza, a los 14 años cuando Cipriano Reyes liberó a Perón. Vinimos de La Pampa en total 19. De cada pueblo veníamos dos o tres. Mi viejo era el segundo afiliado al Partido Peronista.
–¿Qué era tu viejo antes de ser peronista?
–Era conservador. Casi todos se hicieron peronistas, el último que quedó fue Solano Lima.
–¿Dónde naciste?
–En General Villegas, en el año 1929. Vine a La Plata en 1956. Cuando el lío que lo sacan a Perón me tuve que ir de allá porque andaba una patota de la Federal y se los estaba llevando a todos. Entonces, el comisario me dice: “Tomate el piojo porque se viene una patota de militares”. Yo conocía casi toda la nación, había estado en Bariloche.
(...)
–¿Qué hacías en la unidad básica?
–Me dedicaba a andar con los chicos, les enseñaba a jugar al fútbol. Eso era todo barrial. Yo era albañil y con otros muchachos hacíamos todos los trabajos de arreglar veredas.
–¿Vos trabajabas de albañil?
–Sí, yo lo aprendí con gente que había venido de Italia y con ellos aprendí el oficio. También me servía para otras cosas.
–¿Habías podido ir a la escuela?
–Yo a la escuela fui hasta sexto. Después hice cursos. Quise tener un título en la construcción, pero no seguí. Trabajaba en la construcción mientras iba a la unidad básica. Era como entrenador de chicos del barrio. Todavía pasan por acá, por mi casa, y se acuerdan de esa época. Participaban en torneos. Yo les decía que se cuidaran.
–¿Conocías gente que militaba, por ejemplo, en el ERP e iba al barrio?
–Sí, conocía, vinieron acá.
–¿Ustedes en la unidad básica tenían charlas de política?
–Sí, hablábamos de todas las cosas que pasaban, de qué podíamos hacer.
–¿Fuiste a Ezeiza?
–Iba pero me volví en la mitad del camino.
–¿En la unidad básica hablaban, por ejemplo, de qué era el socialismo?
–Socialismo eran los socialistas que inventaron todas las leyes, aguinaldo, vacaciones. Eso existía de antes, ya lo habían votado los socialistas; (Alfredo) Palacios, (Nicolás) Repetto, (Juan B.) Justo, la mujer de Justo (Alicia Moreau). Esos habían hecho las leyes; cuando vino Perón no se cumplía nada, como ahora. Si te viene bien lo cumplís, si no, no lo cumplían. Perón no puso nada, estaba todo escrito. Vos por ejemplo tenías que cobrar un sueldo de 30 pesos por día y te pagaban 15 pesos y no te pagaban vacaciones, nada. Con Perón se empezó a cumplir todo. Fue cuando sacó al obrero. El obrero estaba olvidado.
El cariño que López mostraba por los socialistas lo llevó a afiliarse al Partido Socialista Democrático (PSD), cuando terminó la dictadura. Su ficha de afiliación tiene como fecha el 2 de septiembre de 1985. El documento lo firmó el secretario general del PSD, Antonio Cóccaro. Según una militante socialista, López se afilió porque tenía buena relación con un grupo de viejos socialistas que se reunía en el local de la calle 49. Nunca militó activamente.
–¿Tu casa estaba cerca de la unidad básica donde vos ibas?
–Yo vivo acá desde el año ’56 o ’57. La unidad básica estaba en 68 y 142, estaba a tres cuadras. Estaba esta chica que la mataron. Le tenían bronca porque se dedicaba a cuidar chicos, a darles de comer. Los Montoneros de Firmenich hicieron cosas buenas, pero después se fanatizaron mucho.
–¿Cuánto tiempo estuviste en la unidad básica? ¿Un año?
–No, más. Yo estuve seis meses preso en el campo de concentración, acá en Arana. Mi nombre de guerra era Cabeza.
–¿Vos veías que los chicos estaban muy fanatizados, sobre todo los chicos de la facultad?
–Claro, muy fanáticos. Faltaba un entrenamiento militar. La policía venía con un arma y te mataba enseguida. Una vez le dije a Asuaje: “Che, está llegando gente rara a la unidad básica”. Esos llegaron para descubrir.
–¿Vos te preguntabas por qué estabas en la unidad básica? ¿Qué era lo que te gustaba?
–Y a mí me gustaba hacer cosas en el barrio. Yo también les dije: “Vamos a blanquearnos, a hacer un partido político”. Yo veía que faltaba preparación, entrenamiento militar. También convicción, los mandaban a hacer cualquier cosa.
–¿Vos todo eso lo decías?
–Sí.
(...)
–¿Te acordás de alguna anécdota de la unidad básica con la gente de la facultad?
–Ibamos a la facultad. Había conferencia, lo vimos a (Fernando) Vaca Narvaja.
–¿A vos te parecía bien lo que decían?
–No, siempre estaba en contra. No me gustaba eso de mandar al frente. No había preparación.
–¿Vos mismo alguna vez guardaste armas, material?
–No. Me ofrecieron, pero no.
–¿Leías libros, revistas, documentos de la Orga?
–Sí, discutía, pero no leía.
(...)
–¿Vos te considerabas miembro de la organización Montoneros?
–Yo, sí.
–¿Vos tenías mucho trato con los chicos de la universidad en la unidad básica?
–Sí. Ellos me querían mucho. Los mandaban hacer cosas sin entrenamiento, a pintar paredes. Vos tenías un trato con los estudiantes pero te dabas cuenta de que estaban sin entrenamiento, equivocados, pero seguías estando con ellos. Yo no me fui. Yo era muy independiente (...) Yo quise entrenar chicos, pero ya era tarde. Yo estaba de acuerdo con hacer la revolución como Castro, con eso sí estábamos de acuerdo. Habíamos estado con el gobierno corrupto de Isabel y López Rega, los más corruptos. Con la gente del barrio nos llevábamos bien, acá todos nos querían y todos cooperaban.
–¿En esos años la gente colaboraba?
–Sí, todos. La gente de la unidad básica eran todos universitarios. Ellos ahorraban plata para entregarla en el barrio. Yo estaba encargado del fútbol. (...) Perón, por otro lado, era un fayuto. Yo estaba preso y los montoneros querían sabotear la transmisión del Mundial y me dio una bronca. No podía ver los partidos mientras estábamos presos.
–¿Nunca más tuviste una experiencia así, de estar con gente joven?
–No, como esa no. Joven e inteligente. Fue por eso el Plan Cóndor. Porque Sudamérica con esa juventud que mataron los pasaban por arriba a los yanquis. Los mandan a matar a todos. Fue la Iglesia, el Vaticano y la CIA. (El secretario de Estado de los Estados Unidos, Henry) Kissinger fue el represor más grande. Cuando necesiten agua van a hacer boleta a todos. Hay que pensar las cosas globalmente.
–¿Los chicos pensaban en esos términos?
–La que yo digo era una juventud maravillosa.
–Pero tenía rasgos de fanatismo...
–El fanatismo, pero no creado por ellos. Por los que no lo supieron manejar. Fueron las cabezas y se desaprovechó. Vos hablabas con uno de ellos y te quedabas admirado, porque veías que la tenían bien pensada, bien preparada. Eso era lo que yo me admiraba de todo. Perón en los ’50 tuvo gente pero no tan inteligente. (Antonio) Cafiero, (Carlos Saúl) Menem, los discípulos de Perón, se decían peronistas pero si les dabas un millón de pesos, dejaban a los pibes con hambre.
* La entrevista realizada por el sociólogo Horacio Robles a Jorge Julio López forma parte del acervo del archivo de historia oral del Departamento de Sociología de la Facultad de Humanidades de La Plata. Su tesis de maestría, defendida el 11 de noviembre de 2011, tiene esta dedicatoria: “En homenaje a Jorge Julio López, entrevistado por el autor el 20 de julio de 2006 en su casa de Los Hornos, a dos meses de su desaparición ocurrida en septiembre de ese año”.
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